Durante muchos años se impuso en Argentina, como en el resto del mundo, una concepción elitista de lo cultural que circunscribía sus producciones al ámbito exclusivo de las bellas artes.
En el siglo XX, con el aporte sustancial de la antropología, la etnografía y el folklore, el campo de lo cultural se ensancha y comienzan a ser objeto de estudio y reflexión las costumbres, tradiciones, artesanías, y hasta el modo peculiar de prácticas, hábitos y usos cotidianos de un grupo social.
Tras el tremendo impacto producido por los medios, al que se suma actualmente el de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, las condiciones de creación y circulación de bienes culturales ha cambiado notablemente.
Defendidos o denostados, los nuevos productos culturales ya forman parte incuestionable de un horizonte en el que confluyen el arte y la ciencia, la tradición y la innovación, el individuo y las instituciones, la materia y el símbolo.
En el siglo XX, con el aporte sustancial de la antropología, la etnografía y el folklore, el campo de lo cultural se ensancha y comienzan a ser objeto de estudio y reflexión las costumbres, tradiciones, artesanías, y hasta el modo peculiar de prácticas, hábitos y usos cotidianos de un grupo social.
Tras el tremendo impacto producido por los medios, al que se suma actualmente el de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, las condiciones de creación y circulación de bienes culturales ha cambiado notablemente.
Defendidos o denostados, los nuevos productos culturales ya forman parte incuestionable de un horizonte en el que confluyen el arte y la ciencia, la tradición y la innovación, el individuo y las instituciones, la materia y el símbolo.